Lo mínimo indispensable
Les comparto mi un poco sobre mi "oficina de escritor" Alessa Café y Penélope Café
HISTORIAS DE UN ESCRITOR
IsraelMR
9/20/20233 min read
Crear una historia requiere de muchos elementos. No es algo que surja de la noche a la mañana sin complicarse un poco la existencia; o por lo menos para mí no ha resultado tan sencillo. Formalmente no sólo es cuestión de vomitar las ideas en una hoja (disculparán el término, pero así me lo digo cuando escribo) se trata de saberlas vomitar de la forma más adecuada.
Puede haber mucha crítica en generar una definición pura sobre algo y estoy seguro de que yo nunca seré la persona más indicada para definir cosas, pero por lo menos para mi quien cocina es un cocinero, quien lee es un lector y quien sueña un soñador. Así, yo terminé siendo escritor porque escribo… Sin embargo, una cosa es escribir y otra diferente es hacerlo bien; de momento sólo sé que escribo, jajaja…
El otro día me preguntaba una persona sobre cómo era que le hacía para escribir. En mi realidad es una simple cuestión de tiempo; si cuento con una hoja y una pluma es suficiente para que pueda desbordarme entre palabras. Sin embargo, hay algo que necesito aún más que eso cuando incluimos la parte de la disciplina de escribir y es un buen lugar; una “oficina de escritor” un espacio de realidad que me permita navegar entre historias y personajes. Y ese es el motivo de este texto.
Varios libros y textos he escrito hasta este momento, ya pronto publicaré alguno (crucemos los dedos) y he pasado por diferentes lugares buscando una “oficina momentánea de escritor”. Como catador de café he avanzado en este proceso y varios son los mundos con los que he podido interactuar. La playa o las albercas no me sirvieron y aún no logro escribir adecuadamente cuando salgo de viaje; los cafés van más conmigo. Pero hay un par de lugares en los que puedo desdoblar mis ideas y me encantan, sus nombres Penélope Café y Alessa Café. Años me han visto escribir en esos espacios y ahí he trabajado muchos de mis personajes. Hoy creo que le debo más que la calidez a esos lugares. Para mí, entrar en ellos representa una apuesta segura a la creatividad. Son lugares acogedores y lindos, las personas se mueven en ellos con frescura y agrado; la gente sonríe y comparte. Hay plantas y sol y viento y, yo digo que también hay sueños.
Ambos lugares se encuentran en un par de mis libros, el ensueño de lo irreal transformado a un espacio en el que se puede estar, y mucho arte; obras de teatro, música y pequeños detalles que terminan por hacer la diferencia de todo. Yo plácidamente escribo y ahí me siento a conversar con mis personajes entre tragos de café, mis hojas, una pluma y un vapeador que le ganó el trabajo a mis cigarros.
Crear una historia es algo que hago en mi cabeza, los instantes, los argumentos, los personajes, el ambiente; todo lo trabajo en mi mente y luego lo escribo. Conseguir una hoja y una pluma no es complicado; créanme que ya he pasado por tal complicación… Pero conseguir una “oficina de escritor” eso no es algo sencillo de conseguir.
Los invito a que vivan ese sueño en el que, entre palabras, existo yo.